lunes, 5 de septiembre de 2011

Estudio Diagnóstico de los Procesos Sociocomunitarios








PRESENTACIÓN: LAS VENTAJAS DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA
A modo de introducción, y partiendo de un diagnóstico autocrítico de la realidad de la
participación, parece evidente que las instituciones locales y los movimientos sociales disponen
hoy por hoy de un escaso margen de maniobra para transformar el mundo, pero dicho esto, vale
la pena reflexionar sobre las ventajas de la participación y la necesidad de políticas públicas que
la refuercen y promuevan.
La participación permite la adecuación de las  respuestas desde lo público a las necesidades y
demandas de los ciudadanos. La participación y  la consulta permiten anticiparse a ciertas
demandas ciudadanas antes de que éstas cristalicen en reivindicaciones que pueden producir
respuestas apresuradas, escasamente planificadas y probablemente más costosas
económicamente.
La participación favorece una mayor eficiencia en la intervención pública, al producirse
respuestas y propuestas bien orientadas que optimicen recursos: mejores servicios con iguales
recursos.
La participación profundiza en la democracia y facilita la articulación social. Se trata de asumir
que la fragmentación y dialéctica social pueden posibilitar el cambio si se abordan desde de un
planteamiento complejo y dinámico de las relaciones sociales y la construcción colectiva de
propuestas innovadoras.
La participación introduce las perspectivas de los diferentes actores sociales (mayoría
silenciosa, sectores de base, minorías activas, agentes económicos e instituciones) en el ámbito
de la planificación y la intervención y permite  orientar y gestionar de forma complementaria
aquellos procesos planificadores que han identificado claramente los intereses de los
ciudadanos.





Finalmente, la participación permite alcanzar u obtener el mayor consenso posible,
público/privado/ciudadano, a través de distintos procesos abiertos de consulta y debate, ya sea
dentro del modelo tradicional de participación local mediante normas y reglamentos de
participación local, consulta ciudadana o referéndum, o bien dentro de las nuevas estrategias y
dinámicas de participación que más adelante se van a exponer.
Las metodologías participativas, como herramientas complementarias del trabajo profesional en
el ámbito micro-local, como un barrio, distrito o municipio, pueden contribuir a alcanzar el
“objetivo último” de integración comunitaria y cohesión social. La participación ciudadana es
un medio para mejorar la calidad de vida. Como institución pública al servicio de los
ciudadanos, los profesionales del área de la salud, deben estar también comprometidos con el
medio local en términos de calidad, ofreciendo buenos servicios a los ciudadanos, de eficiencia,
optimizando recursos y procesos y de  apertura:  claridad, transparencia, comunicación y
participación.



Esta responsabilidad pública y social debe articularse en cuatro grandes ejes:
ƒ  Comprensibilidad del sistema sociosanitario, dado el aumento de áreas e instancias
interrelacionadas y su complejidad creciente.
ƒ  Respuesta a las necesidades que los ciudadanos plantean en el campo de la salud.
ƒ  Accesibilidad: capacidad real de un individuo  particular para interactuar con la
Administración.
ƒ  Fomento de la participación activa: posibilidad de ser partícipes tanto en la toma de
decisiones, como en la cooperación activa con la Administración de cara a la satisfacción de
las  necesidades colectivas, más allá del derecho a ser informados.
Ante este reto, la Medicina de Familia y Comunitaria y las áreas de atención primaria,
tradicionalmente las más cercanas al ciudadano, parecen estar en mejor posición para abrir sus
actuaciones a la participación de la comunidad  local. Esta última, naturalmente, vive los
problemas y carencias como algo muy cercano, a la vez que produce complejos juegos y
conflictos de intereses sociales a los que la institución debe dirigir su mirada con intención de
comprenderlos e interactuar con ellos. Los  consejos de salud son espacios de relación en
contextos locales que se pueden aprovechar como marcos privilegiados para la participación de
la ciudadanía en los temas que les afectan y para llevar adelante sus propuestas e iniciativas de
mejora.
MODELOS DE PARTICIPACIÓN: LA PARTICIPACIÓN CLÁSICA
REGLAMENTADA
Un enfoque orientado hacia los derechos  ciudadanos incorpora ciertos dispositivos o
instrumentos de recepción de sugerencias, peticiones y quejas así como de  comunicación e
información individualizada. Instrumentos como las líneas directas de alcaldía, ventanillas
únicas, teléfonos de información, oficinas de  información municipal, espacios de expresión
ciudadana en los medios de comunicación públicos, buzones, etc., son los más frecuentemente
utilizados. También es posible desconcentrar este tipo de gestión, con el fin de acercarla más al
ciudadano, a través de unidades administrativas municipales por barrios, distritos, zonas
homogéneas, etc.



Otro mecanismo de participación relacionado con los derechos de ciudadanía es la consulta
ciudadana, bien en temas puntuales con el fin de conocer la opinión relativa a una actuación
única y específica a través de referéndum, o bien en procesos de mayor duración y de mayor
calado y relevancia para el futuro de la ciudad, como planes integrales, estratégicos, de
urbanismo, etc., en los que la consulta y  la participación son requisitos de implicación
ciudadana.
Este tipo de consultas se ha experimentado con notable éxito consiguiendo una importante o
adecuada aproximación de los ciudadanos a los temas de debate. La consulta se puede articular
en dos niveles:
ƒ  La consulta individual, a través de la técnica de encuesta o referéndum, incluyendo o no
criterios muestrales de representatividad. Produce un efecto pragmático, de toma de
conciencia o generación de opinión.
ƒ  La consulta colectiva a asociaciones, entidades, instituciones públicas y privadas, mediante
comisiones ciudadanas, grupos de debate, técnicas o dinámicas de grupo tipo Delphi. Está




más basada en la representación de intereses, opiniones y posiciones respecto a la ciudad y
tiene la capacidad de provocar debates e iniciativas más sectorializadas y especializadas.
MODELOS ALTERNATIVOS: LA INVESTIGACIÓN-ACCIÓN PARTICIPATIVA.
Tanto la participación territorial, por ejemplo a través de consejos de barrio, como la sectorial, a
través de consejos específicos de mujer, juventud, salud, etc., adolecen de excesiva
reglamentación y formalización y actúan de forma disuasoria, provocando la huida de aquellos
que desean hacer una propuesta a título individual o en un momento determinado.
Para empezar, la participación ciudadana se podría facilitar con el simple acercamiento de la
institución a la base del tejido social a través de monitores, animadores o trabajadores de calle,
que recogieran propuestas in situ, dinamizaran el trabajo de debate en el nivel de base, barrio o
zona, para después trasladar esas propuestas e  iniciativas a los órganos centrales de la
institución municipal y las respuestas correspondientes a los ciudadanos implicados. Se trata en
fin de reglamentar lo mínimo posible, facilitar el acceso de todos los ciudadanos y abrir un
número mínimo de comisiones de trabajo, por ejemplo, por grandes ámbitos que se
corresponden con las áreas de gestión municipal.
En todo caso, es necesaria la confluencia entre  la voluntad política, el compromiso de los
técnicos y profesionales, la responsabilidad  del movimiento ciudadano y la implicación del
tejido social “informal” (conjunto de acción ciudadanista) para crear nuevos espacios de
participación útiles y dotarlos de contenido específico y desarrollo permanente.
LAS CARACTERÍSTICAS BÁSICAS DE LA INVESTIGACIÓN-ACCIÓN
PARTICIPATIVA.
La meta última de la investigación-acción participativa (IAP en adelante) es conocer para
transformar; siempre se actúa en dirección a un fin o un “para qué”, pero esta acción no se hace
“desde arriba” sino desde y con la base social.
Dentro de este proceso secuencial  “conocer-actuar-transformar”, la investigación es tan sólo
una parte de la “acción transformadora global”, pero hay que tener en cuenta que se trata ya de
una forma de intervención, al sensibilizar a la población sobre sus propios problemas,
profundizar en el análisis de su propia situación u organizar y movilizar a los participantes.
Desde la óptica de la IAP, la población es el agente principal de cualquier transformación social
y de su activa colaboración dependerá el cambio efectivo de la situación que vive. Esta postura
rechaza pues el asistencialismo que impera en la mayor parte de los programas gestionados
“desde arriba” por un Estado benefactor, una  institución social o un equipo técnico de
profesionales.  Por tanto, el objeto de estudio o problema a investigar parte del interés de la
propia población, colectivo o grupo de personas y no del mero interés personal del investigador.


En consecuencia, se partirá de la propia experiencia de los participantes, de las necesidades o
problemas vividos o sentidos. Con esta metodología se trata de explicar, es decir, de entender
más y mejor la realidad, de  aplicar, o sea de investigar para mejorar la acción y de implicar,
esto es, de utilizar la investigación como medio de movilización social. La IAP como
herramienta o instrumento para generar tejido social ha sido ampliamente desarrollada por T.
Rodríguez-Villasante y colaboradores, a través del “método de análisis de redes y conjuntos de
acción”.
En la IAP, el objeto de estudio tradicional de la investigación social, la población, pasa a ser
sujeto que investiga. Esta práctica autorreflexiva se instrumentaliza u operativiza en el



“principio de dialogicidad” de P. Freire, según el cual el investigador y la población establecen
una relación de comunicación entre iguales, un  diálogo horizontal entre educando y educado,
investigador y población basado en la reciprocidad.
La participación de la población, colectivo o grupo puede adoptar dos formas básicas, aunque
entre ambos polos se pueden establecer toda  una serie de posibilidades según cada situación
concreta. Así, puede participar durante todo el proceso, en la selección del problema u objeto de
estudio, diseño de la investigación, trabajo de campo, análisis de resultados y diagnóstico
crítico, elaboración de propuestas, debate y toma de decisiones, planificación y ejecución de
actividades y evaluación de la acción. O bien de  una forma parcial, es decir, participando en
algunas de las fases, por ejemplo en el diseño pero no en la realización de la investigación para,
una vez obtenidos los resultados, discutir y analizar posibles propuestas de actuación.
La colaboración entre los técnicos y los sectores  de base ha de partir de la asunción de un
compromiso político-ideológico por parte de los primeros. Este compromiso explícito supone
orientar, ayudar, movilizar, sensibilizar en  la producción de un conocimiento que ayude a
mejorar la propia realidad. Se acaba pues con la pretendida imparcialidad de la ciencia, o su
falta de intencionalidad, siempre se produce un saber para alguien y/o para algo.
Por último es conveniente señalar que la IAP no es una metodología de investigación exclusiva,
ya que no es la única forma de alcanzar del desarrollo político, económico, social y cultural de
una comunidad, ni excluyente, dado que no sustituye a otras técnicas de investigación y análisis
de la realidad. Su aplicación dependerá de las posibilidades, necesidades y recursos con los que
nos encontramos en cada situación concreta. No  obstante, hay que recordar que la IAP sólo
puede ser aplicada en ámbitos reducidos, tales como un barrio, organización, distrito,
comunidad rural, etc., a fin de que la participación sea realmente efectiva y la población llegue a
tomar las riendas del proceso de transformación.



Los elementos definitorios o “ideas fuerza” de un proceso participativo son:
ƒ  Conocimiento. La IAP supone un re-conocimiento de uno mismo, de otras personas o
grupos, del entorno y del mundo. Es un proceso de  reencuadre que permite analizar la
historia desde otro punto de vista y analizar aspectos tales como a quién beneficia una
determinada situación, a quiénes les ha interesado mantenerla o cómo construimos la
situación desde nuestro lenguaje. Asimismo es un proceso de  redefinición que ayuda a
definir lo que se quiere cambiar y de reidentificación, ya que mediante el mismo facilitamos
que las personas y los grupos encuentren sus potencialidades y las de los demás para
trabajar sobre ellas.
ƒ  Formación. Se parte de la idea de que cada vez que tengamos un nuevo conocimiento sobre
una situación, hemos de reflexionar sobre  si se ha creado un nuevo espacio para que las
demás personas también lo tengan. Preguntas tales como ¿avanzamos todos al mismo
ritmo?, ¿tenemos todos posibilidad de participar si queremos hacerlo?, se deben abrir en
este proceso si queremos que se den la participación y el cambio.
Es evidente que la IAP constituye un proceso  formativo en diferentes niveles: el de las
técnicas aprendidas y aplicadas, el de las vivencias, la historia, la experiencia puesta en
común y expresada, el de las actitudes, las motivaciones, las responsabilidades y cómo nos
enriquecemos todos con ellas, el de las capacidades en el trabajo en equipo y la
organización, el de los conceptos, investigación, acción y participación.
ƒ  Conciencia. Es un proceso de toma de conciencia y sensibilización que posibilita la
corresponsabilidad y la implicación en los procesos y el establecimiento de objetivos.



ƒ  Comunicación. A lo largo del proceso buscamos terrenos comunes de comunicación para
acercarnos a los códigos lingüísticos de otros grupos y aprender a escuchar y a expresar.
Esto nos abre a la posibilidad de establecer relaciones entre grupos de carácter más
complejo que las puramente bilaterales entre dos sujetos. Sin duda, implica la difusión y
socialización del conocimiento, la información sobre los recursos existentes y el acceso a
ellos.
ƒ  Mediación. Poner en marcha un proceso de este tipo es adentrarse en un trabajo de
mediación, ya que se necesita identificar actores, colectivos e intereses y buscar los
elementos de compatibilidad entre ellos; identificar necesidades de la base social, los nudos
de las redes, los comunicadores y los mediadores informales y tener reconocimiento de
todas las partes que pone en relación el proceso
ƒ  Proximidad.  La IAP necesita desenvolverse en espacios abarcables. Para poder conectar
con la gente, sus problemas e inquietudes y canalizar propuestas de intervención
comunitaria implicando a la base social es necesaria una estrategia a través del trabajo de
calle, el uso del lenguaje cotidiano, el uso de los códigos y símbolos de una comunidad y
cierto dominio de los valores que circulan por la red social.





EL PROCESO DE IAP: ¿CÓMO NOS PONEMOS EN MARCHA?
La Investigación-Acción-Participante propuesta por el sociólogo Tomás Rodríguez Villasante,
se inicia con una Fase de dialogo-negociación entre los técnicos y profesionales, en este caso
del ámbito sanitario, los promotores institucionales de la acción y los representantes de las
asociaciones. Este acuerdo previo contempla el diseño de un proyecto de investigación-análisis
y reflexión, el cronograma de actividades participadas y los compromisos y responsabilidades
asumidas por cada una de las partes.



¿Qué preguntas debemos hacernos antes de comenzar un proceso participativo de investigación?

¿De dónde partimos?
•  ¿Qué conocemos de la comunidad?: tipo de población, colectivo al que nos interesa dirigirnos, problemáticas
generales, algo de su historia...
•  ¿Qué conocemos del tema que vamos a investigar?, ¿que dimensiones alcanza tanto locales como globales?
•  ¿Existen procesos participativos en marcha, movimientos ciudadanos, etc. o queremos impulsarlos?
¿A través de qué mecanismos hemos definido el tema que nos interesa investigar?
•  ¿Responde el tema objeto de estudio que hemos definido a una necesidad sentida por la comunidad, por
nosotros, por la Administración...?
•  ¿A quién ocupa y a quién preocupa el tema objeto de estudio?: conocimiento de las redes ciudadanas.
¿Qué posición ocupamos?
•  ¿Qué papel ocupamos en la red comunitaria? ¿agentes externos, protagonistas...?, ¿con quién nos relacionamos y
qué conjunto de acción formamos?
•  ¿Qué capacidad de acceso tenemos al colectivo de estudio que nos interesa?
¿Qué espacios de participación vamos a incorporar al proceso?
•  En el diseño (el proceso se hace de todos, no sólo nuestro).
•  A lo largo del proceso (enseñando y aprendiendo).
•  En el seguimiento (comisión de seguimiento, boletines informativos...).
•  En lo permanente y en lo espontáneo (Grupo Motor,  Grupo In-formado, espacios naturales de encuentro que
aprovechamos...).
•  En la devolución de la información (la red de acceso a los colectivos a debido ampliarse, el acceso ya es más
complejo).

•  En la negociación y construcción de propuestas.




En una segunda Fase de recogida de información se abordan ciertas problemáticas concretas,
se recaba la opinión de la población afectada. Quizá nos encontremos con que las demandas
recogidas son o demasiado concretas o demasiado generales. En este sentido el “grupo motor”,
por ejemplo el Consejo de salud u otro espacio creado para animar el proceso, debe hacer el
esfuerzo de unir las necesidades más sentidas con las problemáticas integrales existentes en el
ámbito de la salud para así ir estableciendo puentes entre ambos niveles, es decir, ir de las
demandas y necesidades más sentidas a las problemáticas integrales que afectan a todos y todas.
En este proceso aprovecharemos para ir indagando sobre hechos históricos, mejor cuanto más
recientes, que hayan tenido lugar en la zona donde investigamos, éstos deben ser sentidos por la
mayoría de la población y que tener poder para movilizar a gran parte de esta, generando bien
consensos, bien conflictos, etc.. Estos, que llamaremos desde ahora “analizadores históricos”,
nos darán la pauta para adivinar cuáles son los elementos de motivación, interés y movilización
de la población.
Para cubrir esta fase de recogida de información debemos aprovechar al máximo “los espacios
naturales” en los que la población se relaciona. Por ejemplo, las salas de espera de los centros de
salud, los centros de día para mayores, centros culturales, las plazas y parques, etc.... son
espacios idóneos. Utilizar como apoyo medios audiovisuales puede resultarnos muy útil de cara
a posteriores fases en las que se devuelven los resultados del proceso a la propia población.
El estudio lo lleva a cabo un “equipo mixto” de trabajo, el grupo motor lo componen técnicos y
voluntarios, encargado de dinamizar tanto la detección de necesidades, a través de entrevistas, y
grupos de discusión, como las siguientes fases en las que analizaremos las necesidades y
demandas detectadas en la recogida de información, así como las relaciones existentes entre los
diferentes grupos sociales y que a posteriori  pueden favorecer u obstaculizar la puesta en
marcha de propuestas y acciones de mejora. Finalmente pasaremos a realizar un  diagnóstico
sobre la situación.  
Cada cierto tiempo, este grupo da cuenta de su trabajo a una comisión de seguimiento más
amplia compuesta por representantes de la Administración y del movimiento ciudadano y,
finalmente, elabora una propuesta de actuación capaz de aglutinar o articular a la mayor parte
de los elementos del tejido social.


En la fase de devolución, se debaten, matizan y/o corrigen el diagnóstico y la propuesta con las
asociaciones y la población en jornadas  y /o talleres abiertos al público,  para consensuar las
líneas de actuación, concretar programas y asignar recursos (humanos, materiales, de espacio y
tiempo, etc.).
Las dos últimas fases del proceso son las de la ejecución y evaluación continua de las acciones
propuestas. Aquí es pertinente la aplicación de  prácticas y técnicas de difusión amplia tales
como campañas, uso de paneles, métodos audiovisuales y medios de comunicación local,
aprovechando nuevamente los espacios de mayor uso por parte de la población. Asimismo, es
conveniente la formación y dotación de mecanismos para la toma de decisiones y la evaluación
participativas. Ejemplo de dichos mecanismos son las coordinadoras, observatorios
permanentes, plataformas, etc.
LA DINAMIZACIÓN DE GRUPOS: PROPUESTAS METODOLÓGICAS
La interacción con personas es una de las piezas claves de este tipo de procesos de dinamización
socio-comunitaria. Trabajamos con grupos humanos para transformar su entorno, a partir del conocimiento crítico de su realidad y de la puesta en marcha de un conjunto de estrategias y
propuestas vertebradas dentro de la complejidad local.
Cuando estamos inmersos en un proceso de “desarrollo participativo” entramos en contacto con
todas aquellas personas y grupos sociales que en mayor o menor medida lo protagonizan,
participan en o son participados de él. El  contacto y la relación con estos sujetos adquiere
dimensiones diferentes según sean los intereses, compromisos u ocupación de tales actores
sociales.
Estos conjuntos de personas son, por un lado,  fuente de información ya que nos ayudan a
recabar datos acerca de su entorno y sobre las redes de relaciones existentes y, por otro, grupo
motor o núcleo de la investigación-acción, participando activamente según su interés,
disponibilidad, actitudes, capacidades y formación, en las diferentes etapas del proceso. Por su
parte, los técnicos o agentes dinamizadores irán supervisando las diversas etapas del trabajo,
tanto en los contenidos como en los métodos.
Dado que la IAP es también un proceso de aprendizaje colectivo, es pertinente el uso de
dinámicas de grupo, provenientes tanto de la educación popular como de la animación
sociocultural. Éstas permiten que los miembros de un grupo se conozcan y aprendan a trabajar
juntos de forma autónoma, que todo el conjunto se fortalezca y sea capaz de auto-organizar sus
tareas hacia dentro y hacia fuera.
Un primer obstáculo que nos podemos encontrar al llegar a una comunidad local o municipio es
el de la constitución de equipos de base para el trabajo socio-comunitario. En este caso,
aprovecharemos las ocasiones de encuentro con  la población para animar a la participación;
situaciones como la presentación pública a las  asociaciones y a los medios de comunicación
local, las entrevistas y los grupos de discusión o la asistencia a actos públicos nos brindan la
oportunidad para hacerlo. Debemos cuidar los primeros contactos personales, así con cierta
regularidad les haremos partícipes del proceso que estamos intentando dinamizar e iremos
incorporándoles al mismo como comunicadores informales.


El uso del “informante clave”
Los “informantes clave” son personas que cuentan con un amplio conocimiento acerca del
medio o problema de estudio; ejemplo de los mismos son: funcionarios, profesionales, líderes y
dirigentes de organizaciones populares, comunicadores informales de la base social, etc. La
experiencia de estas personas será muy valiosa tanto en los primeros pasos de la investigación,
en la fase previa al diseño del proyecto para efectuar una primera aproximación al objeto de
estudio, como en las etapas posteriores de trabajo de campo, devolución-difusión de los
resultados y puesta en marcha de las acciones propuestas.
La forma más habitual de obtener información de estas personas suele ser la  “entrevista en
profundidad”, que puede ser “abierta”, si se hace de forma personal lo cual es “lo ideal”, o
“semiestructurada”, es decir con un breve guión de preguntas y temas, si optamos por el correo,
el teléfono o la doble visita de entrega y recogida del cuestionario.
Para captar una muestra amplia y diversa de informantes clave se suele utilizar la estrategia de
cascada, en la que el primer sujeto proporciona  el contacto con otra u otras personas que
también pueden aportar una opinión fundamentada y/o experiencia en el tema de análisis.


REFERENCIAS EN LINEA

http://www.pacap.net/es/publicaciones/pdf/comunidad/6/documentos_investigacion.pdf



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